Niñas, niños y adolescentes con conductas problemáticas ante el regreso a clases: ¿qué pueden hacer los profesores?
Dra. Mirna
Esthela Brenes Prats
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INTRODUCCIÓN
El aula de
clases es un espacio donde muchos conflictos pueden hacerse evidentes e interferir
con el desarrollo de actividades académicas, por lo que es importante proveer
de herramientas a las y los maestros para la detección, manejo y, en su caso,
canalización a un sistema médico que pueda ayudar al menor.
- TRASTORNOS
EXTERNALIZADOS QUE PUEDEN PRESENTARSE EN NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES
Los trastornos
externalizados son comportamientos y alteraciones psicológicas del ámbito
conductual cuyas manifestaciones producen conflicto o daño en el entorno y
otros. Incluyen a los trastornos de la conducta disruptiva y al trastorno por
déficit de atención e hiperactividad.
Los trastornos de conducta casi siempre tienen un impacto significativo
en el funcionamiento y la calidad de vida. Se caracterizan por patrones
repetitivos y persistentes de comportamiento antisocial, agresivo o desafiante
que equivale a violaciones significativas y persistentes de las expectativas
sociales apropiadas para la edad.
El Trastorno negativista desafiante se caracteriza por un
patrón de enfado/irritabilidad, discusiones/actitud desafiante o vengativa que
dura por lo menos 6 meses. Generalmente NNA con este trastorno tienen poca
tolerancia a la frustración y pierden frecuentemente la calma. Algunas conductas
relacionadas con este trastorno son:
a.
Enfado/Irritabilidad:
·
A menudo pierden la calma
·
Se molestan con facilidad
·
A menudo está enfadado o
resentido
- Discusiones/Desafiante:
- Discuten
a menudo con la autoridad o las personas adultas
- Desafían
activamente o rechazan satisfactoriamente peticiones por figuras de
autoridad
- A
menudo molesta a los demás deliberadamente
- A
menudo culpa a los demás por sus errores o su mal comportamiento
- Vengativo/Hiriente:
·
Ha sido rencoroso o
vengativo por lo menos dos veces en los últimos 6 meses
El Trastorno disocial se caracteriza por la presencia en los
últimos 12 meses de:
a. Agresión a personas o animales:
- Acosa,
amenaza o intimida a otros
- Inicia
peleas
- Ha
usado un arma para provocar serios daños a terceros
- Ha
ejercido la crueldad física contra personas o animales
- Ha
robado enfrentándose a la víctima
- Ha
violado sexualmente a alguien
- Destrucción
de propiedad:
- Ha
prendido fuego deliberadamente con la intención de provocar daños graves
- Ha
destruido deliberadamente la propiedad de alguien
- Engaño
o robo:
- Ha
invadido la casa, edificio o automóvil de alguien
- A
menudo miente para obtener objetos o favores o para evitar obligaciones
- Ha
robado objetos de valor no triviales sin enfrentarse a la víctima
- Inclumplimiento
grave de normas:
- Sale
de noche a pesar de la prohibición de sus padres, antes de los 13 años
- Ha
pasado una noche fuera de casa sin permiso por lo menos dos veces
- Falta a la escuela desde antes de los 13 años
Los trastornos de conducta pueden ser:
a.
Limitado al
contexto familiar: cuando las alteraciones
solo se dirigen a una persona en el contexto familiar, por ejemplo al
padrastro.
b.
Trastorno no
socializado: rechazo de parte de los
pares.
c. Trastorno socializado:
aceptación de los pares.
2.
FACTORES DE RIESGO INDIVIDUALES Y FAMILIARES QUE
PUEDEN SER MODIFICADOS POR LAS INTERVENCIONES PREVENTIVAS
a.
Factores de riesgo individuales
·
Bajo compromiso con la escuela
·
Dificultad en la atención y concentración
·
Conductas de reto y desafío
·
Escapes y ausencias escolares
·
Conducta agresiva
·
Violencia física
·
Violencia verbal
·
Bajo desempeño académico
·
Consumo de sustancias
- Factores de riesgo
familiares
·
Violencia familiar
·
Inadecuado manejo de reglas y límites
·
Ausencia de cuidados parentales
·
Adultos del hogar involucrados en conductas
antisociales
·
Bajo nivel socioeconómico
·
Desempleo parental
·
Madres, padres o cuidadores que consumen sustancias
3.
PREVALENCIA DE CONDUCTAS DISRUPTIVAS
Los resultados
de estudios de población preescolar y escolar con conductas antisociales
tempranas y persistentes sugieren que la detección temprana de trastornos
conductuales en la primera infancia puede prevenir el comportamiento
antisocial a largo plazo y para que la mejoría se mantenga en el tiempo es
necesaria una participación integral de padres y la escuela.*
Los trastornos de conducta y el comportamiento antisocial asociado son
los problemas mentales y conductuales más comunes en niños y jóvenes; 5% entre
los niños y jóvenes de entre 5 y 16 años.
La Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y
Problemas Relacionados con la Salud, CIE 10 de la Organización Mundial de la
Salud, divide los trastornos de conducta en: trastorno de oposición desafiante,
trastorno de conducta socializado, trastorno de conducta no socializado y
trastornos de conducta limitados al contexto familiar.
La principal distinción entre el trastorno de oposición desafiante y los
otros subtipos de trastorno de conducta es la gravedad del comportamiento
antisocial. Los actos antisociales o criminales aislados no son
suficientes para respaldar un diagnóstico de trastorno de conducta o trastorno
de oposición desafiante. El trastorno de oposición desafiante es más común
en niñas y niños de 10 años o menos; los otros subtipos de trastorno de
conducta son más comunes en personas mayores de 11 años o más.
La prevalencia de los trastornos de conducta aumenta durante la infancia
y son más comunes en niños que en niñas. Por ejemplo, el 7% de los niños y
el 3% de las niñas de 5 a 10 años tienen trastornos de conducta; en niños
de 11 a 16 años, la proporción aumenta al 8% de los niños y al 5% de las niñas.
Los datos
sugieren que las causas son las mismas para ambos géneros, pero que los varones
presentan más trastornos de conducta porque experimentan más factores de riesgo
a nivel individual (por ejemplo, hiperactividad, retrasos en el
neurodesarrollo), en los últimos años ha habido un aumento del número de niñas
que requieren tratamiento por su conducta antisocial.
Los trastornos de conducta son comórbidos con otros problemas de salud
mental. El 46% de los niños y el 36% de las niñas tienen al menos 1 problema de
salud mental coexistente.
Subtipos de
acuerdo a la etapa del desarrollo: Persistente a lo largo de la vida versus
limitado a la adolescencia
Se ha prestado
atención a la distinción entre los comportamientos agresivos y perturbadores
que se observan por primera vez en la primera infancia versus aquellos que
comienzan en la adolescencia (Moffitt, 1993a, Patterson & Yoerger,
1993).
El inicio
temprano predice persistencia de los problemas, y una aparición temprana de
delincuencia es más probable que persista en la vida adulta. Dunedin, en un
estudio de cohorte de nacimiento de 1972-73, ha demostrado que aquellos con
inicio temprano difieren de aquellos con aparición más tardía, en que los
primeros tienen un CI más bajo, problemas de atención e impulsividad,
puntuaciones más pobres en pruebas neuropsicológicas, y es más probable que
provengan de circunstancias familiares adversas (Moffitt et al, 2001). Mientras
que aquellos con un inicio más tardío tienen un mayor riesgo de ser
delincuentes predominantemente como resultado de influencias sociales, tales
como las relaciones que establecen con otros jóvenes delincuentes, o la
búsqueda de estatus social a través de comportamientos delictivos.
Moffitt (1993)
denominó al grupo de inicio temprano “persistentes a lo largo del ciclo
vital”, y al grupo de inicio tardío “limitado a la adolescencia”,
vinculando así el curso de desarrollo con las diferencias en los déficits
subyacentes. La distinción entre los dos grupos ha sido ampliamente respaldada
en los estudios longitudinales de varias cohortes de una docena de países
(Moffitt, 2006). Dunedin evidencia resultados relativamente peores para los
adultos en el grupo de inicio temprano en las áreas de violencia, salud mental,
abuso de sustancias, trabajo y vida familiar (Moffitt et al, 2002). El
seguimiento hasta la edad de 32 años, reveló que el grupo de inicio temprano
persistente tenía peor salud física en comparación con los otros hombres de la
cohorte, como lo demostraron el aumento de accidentes, el número de visitas a
los servicios de atención primaria y hospitales, enfermedades de transmisión
sexual, inflamación sistémica, enfermedad periodontal, dientes cariados y
bronquitis crónica. Sin embargo, el grupo “limitado a la adolescencia” también
presentaba dificultades en la vida adulta (Moffitt et al, 2002). Como adultos,
todavía se involucraron en ofensas (auto-reportadas), y también tenían
problemas con el alcohol y las drogas.
Comorbilidad de trastornos de conducta con el Trastorno por Déficit de Atención
con Hiperactividad (TDAH)
La comorbilidad de trastornos de conducta con el trastorno por déficit
de atención con hiperactividad (TDAH) es particularmente prevalente, y en
algunos grupos más de 40% de las niñas, niños y jóvenes con diagnóstico
de trastorno de conducta también tienen un diagnóstico de TDAH.
El TDAH se caracteriza por un patrón persistente de inatención e
hiperactividad-impulsividad, presente antes de los 12 años y que interfiere en
el funcionamiento, que se caracteriza
por:
a. Hiperactividad/ Impulsividad: seis
síntomas que se han mantenido por 6 meses, y que afecta actividades sociales
y/o académicas.
·
Juguetea o golpea las manos
o los pies.
·
Se levanta en situaciones
en que espera que permanezca sentado.
·
Corretea o trepa en
situaciones en las que resulta inapropiado.
·
Es incapaz de jugar o de
ocuparse tranquilamente en actividades recreativas.
·
Con frecuencia está
ocupado, actuando como si lo impulsara un motor.
·
Habla excesivamente.
·
Responde inesperadamente o
antes de que se haya concluido una pregunta.
·
Le es difícil esperar su
turno.
·
Interrumpe o se inmiscuye
con otros.
- Inatención:
Seis de los siguientes síntomas, que se
ha mantenido por 6 meses.
·
Con frecuencia falla en
prestar atención a detalles o por descuido se cometen errores en las tareas.
·
Tiene dificultad para
mantener la atención.
·
Con frecuencia parece no
escuchar cuando se le habla.
·
No sigue instrucciones y no
termina tareas escolares.
·
Tiene dificultad para
organizar tareas y actividades.
·
Evita, le disgusta o se
muestra poco entusiasta en iniciar tareas que requieren esfuerzo mental
sostenido.
·
Con frecuencia pierde cosas
necesarias para tareas o actividades.
·
Con frecuencia se distrae
con facilidad por estímulos externos.
·
Olvida las actividades
cotidianas.
Los trastornos de conducta en la infancia también se asocian con una
tasa significativamente mayor de problemas de salud mental en la vida adulta,
incluido el trastorno de personalidad antisocial: hasta el 50% de las
niñas, niños y jóvenes con un trastorno de conducta desarrollan un
trastorno de personalidad antisocial. Los trastornos de conducta están
fuertemente asociados con un bajo rendimiento educativo, aislamiento social y,
en la adolescencia, abuso de sustancias y un mayor contacto con el sistema de
justicia penal.
Esta asociación continúa en la vida adulta con peores resultados
educativos y laborales, incurrimiento en el sistema de justicia penal (hasta el
50% en algunos grupos) y un alto nivel de problemas de salud mental (en algún
momento de su vida, 90% de las personas con trastorno de personalidad
antisocial tendrá otro problema de salud mental).
Los trastornos de conducta son la razón más común para derivar a las
niñas y los niños pequeños a los servicios de salud mental para niños y
adolescentes. 30% de las consultas infantiles típicas de un médico de primer
contacto son por problemas de conducta, 45% de las derivaciones de salud
infantil de la comunidad son por trastornos del comportamiento y los trastornos
psiquiátricos son un factor en 28% de todas las derivaciones pediátricas
ambulatorias.
4.
ESTRATEGIAS DE ATENCIÓN
a.
Intervenciones conductuales
Las
intervenciones conductuales pueden ser definidas como terapias que utilizan los
principios del aprendizaje para tratar el TDAH o las conductas asociadas
(Sonuga-Barke et al, 2013).
Los
tratamientos centrados en la conducta pueden ser administrados por los
terapeutas, los padres u otros “facilitadores” como pueden ser los educadores.
Los facilitadores aprenden a utilizar los principios básicos del
condicionamiento operante para modelar comportamientos adecuados en niñas y
niños.
La conducta se
modifica por medio del refuerzo positivo (por ejemplo los elogios) y negativo
(ignorando la conducta inadecuada) para modelar un comportamiento adecuado en
el niño; esto también se denomina “manejo de contingencias”.
Un ejemplo de
una herramienta basada en los principios del condicionamiento operante son las
tarjetas de reporte diario: los educadores refuerzan las conductas apropiadas
diariamente, retroalimentando las conductas adecuadas en la escuela (por
ejemplo, añadiendo estrellas o caritas felices en la tarjeta de reporte).
Asimismo, esta herramienta puede realizarse en casa y en la escuela,
facilitando la interacción y comunicación entre los padres y los
educadores.
Otro de los
objetivos de estos tratamientos basados en la conducta, es reducir el
comportamiento inapropiado. Los educadores son entrenados en el uso de un
enfoque más estructurado cuando abordan temas cotidianos con los niños con TDAH
por ejemplo, dando instrucciones claras, dando una instrucción cada vez,
proporcionando a primera hora de la mañana un plan realista y claro para el
día, de manera que las y los niños saben qué se espera de ellos.
Normalmente,
estas intervenciones son utilizadas en niñas y niños en edad preescolar y
primaria, más que en adolescentes.
- Intervenciones
basadas en la escuela
Las
intervenciones basadas en la escuela son muy diversas y es difícil llegar a
conclusiones generales. No todas tienen como objetivo específico reducir los
síntomas del TDAH o de los problemas de conducta, algunas buscan solucionar los
problemas académicos que normalmente presentan niñas, niños y adolescentes con
TDAH y otros problemas.
La manipulación
específica de la enseñanza y los materiales académicos pueden tener un efecto
positivo en la eficacia del aprendizaje de niñas y niños con TDAH; por ejemplo,
sentarse cerca del educador, asignar tareas que requieren menos tiempo,
entrenamiento en la toma de notas, ayuda en la lectura oral, horarios y reglas
estructuradas, alternar ejercicios fáciles con otros difíciles, permitir
descansos regulares, estimulación dentro de la tarea añadiendo colores o
estímulos atractivos (Raggi & Chronis, 2006; Schultz et al, 2011).
La tutorización
por pares (p.ej., emparejar un estudiante con TDAH con un estudiante de apoyo
con alto rendimiento) (DuPaul et al, 1998), así como el aprendizaje potenciado
por el uso de tecnologías, la aplicación de un enfoque multisensorial y la
retroalimentación inmediata (Clarfield & Stoner, 2005; Ota & DuPaul,
2002), han mostrado efectos benéficos, pero no han sido evaluados en estudios de
diseño aleatorio. En una revisión de estudios realizados durante más de 32 años
se identificaron más de 50 estudios (incluyendo 36 estudios controlados
aleatorizados) de intervenciones no farmacológicas que abordan los síntomas del
TDAH en contextos escolares (Richardson et al, 2015). En su mayoría, las niñas
y los niños pertenecían al nivel escolar primario/elemental. Con base en los
elementos comunes, se definieron cuatro categorías de intervenciones: 1.
Refuerzo y castigo (manejo de contingencias) 2. Entrenamiento en habilidades y
autogestión 3. Terapias basadas en la creatividad y 4. Tratamientos físicos.
El manejo de
contingencias ha sido el más estudiado, seguido por el entrenamiento en
habilidades académicas, el entrenamiento en habilidades emocionales, la autorregulación,
el reporte por medio de tarjetas diarias, el entrenamiento en habilidades
sociales, el entrenamiento en habilidades cognitivas, la adaptación del
ambiente de aprendizaje, la musicoterapia, las creencias motivacionales, la
psicoeducación, la terapia de juego y la masoterapia.
Una gran
proporción de las intervenciones fue realizada por los educadores dentro de la
sala de clases, pero a menudo los proveedores de salud mental estaban
involucrados.
La duración de
la intervención variaba ampliamente (entre 1 y 156 semanas, con una media de
15.5 semanas). A través de las diferentes intervenciones hubo algún efecto
beneficioso sobre la inatención y la hiperactividad-impulsividad, evaluada por
tareas neurocognitivas, y sobre la inatención descrita por los educadores
(Richardson et al, 2015).
Los resultados
de la investigación nos permiten identificar algunas estrategias efectivas que
pueden implementarse en el salón de clases para abordar los problemas
conductuales que pueden presentar las niñas, niños y adolescentes.
5.
ESTRATEGIAS DEL DOCENTE EN EL SALÓN DE CLASES
- Detectar.
Un papel fundamental del educador en la
atención de problemas conductuales en el aula es su detección oportuna a
través de la observación. Las maestras y los maestros deben estar atentos
a:
·
Cambios en la conducta
·
Llanto fácil
·
Irritabilidad
·
Verborrea
·
Cambios en el rendimiento escolar
·
Distraído o ausente si se le pregunta algo
·
Inquieto, intranquilo desesperado, moviéndose como
si quisiera que se acabara la clase, reta, desafía o agrede
·
Inicia o se involucra en peleas físicas
·
Deja de cumplir con tareas
·
Cambio de amistades
·
Falta a la escuela
·
Falta a clases específicas
·
Cambio en el arreglo personal, sucio o desaliñado
·
Diálogo rápido desconectado
- Establecer
relaciones de confianza con niñas, niños y adolescentes, así como con sus
madres, padres o cuidadores.
·
Tenga en cuenta que muchas niñas, niños o
adolescentes con un trastorno de conducta pueden haber tenido
experiencias de atención deficientes o punitivas y como resultado desconfían o
desprecian la ayuda.
·
Desarrolle una relación positiva, cálida y de
confianza con niñas, niños o adolescentes y sus madres, padres o cuidadores
para alentar su compromiso.
·
Asegúrese de que las discusiones tengan lugar en
entornos en los que se respete la confidencialidad, la privacidad y la
dignidad.
·
Realice una escucha empática.
·
Enseñe a las y los niños a reconocer el estrés y a
desarrollar habilidades para afrontarlo. A continuación se presentan algunos
ejemplos:
- Respiración
4, 7, 8: consiste en meter aire en 4 tiempos, dejar el
aire adentro 7 tiempos y sacarlo en 8 tiempos contando.
- Instrucción
verbal: se les dan explicaciones claras y precisas que
funcionaban como instigadores de las conductas que debían realizar.
- Juego de
roles: cada niño imita las conductas a entrenar, tomando
como base una historia y práctica las habilidades sociales.
·
Incorpore como parte de su práctica diaria
estrategias sencillas que favorezcan la atención de los alumnos con problemas
conductuales o de atención, como pueden ser:
- Diseñar
actividades No repetitivas.
- Hablar en voz
alta y hacer contacto visual con los alumnos.
- Dar una
Instrucción a la vez.
- Dar
instrucciones cortas.
- Pedir al
alumno que repita la instrucción para saber si la comprendió.
- Realizar
actividades de corta duración.
- Involucrar
incentivos de recepción inmediata dependiendo de la edad: caritas felices,
estrellas, puntos etc.
- Felicitar en
público.
- Llamar la
atención en privado.
- Acomodarlo
con compañeros de buen rendimiento y que puedan ayudarlo sin que se haga
evidente.
- Mantenerlo
cerca y a la vista.
- Favorecer el
movimiento.
- Utilizar y
resaltar sus habilidades.
- Adaptar la
cantidad de tareas en el salón y para casa.
- Entrenamiento
en la toma de notas.
- Ayuda en la
lectura oral.
- Horarios y
reglas estructuradas.
- Sentar a
quien tenga problemas de atención, cercano al profesor y lejos de distractores
como ventanas, puertas, etc.
- Alternar
ejercicios fáciles con otros difíciles.
- Permitir
descansos regulares.
- Estimulación
dentro de la tarea añadiendo colores o estímulos atractivos.
- Terapia
de solución de problemas. El foco
está puesto en las situaciones interpersonales que implican relación con
los maestros, hermanos, pares y padres (Kazdin, 1995). Se aplica cuando se
presentan peleas o agresiones dentro del salón de clases. Algunas
estrategias recuperadas de la terapia de solución de problemas que pueden
ser adaptadas al salón de clases y realizadas por los profesores son:
·
Enseñar a los niños a pensar de forma diferente
acerca de las situaciones que vivieron.
·
Practicar comportarse de otro modo en diferentes
circunstancias.
·
Sistema de economía de fichas (Ayllon & Azrin,
1976). Todos los niños comienzan con una ficha que le dará el maestro. Se
otorgará una ficha por cada respuesta correcta y se quitará una por cada
respuesta incorrecta (sistema de coste de respuesta) (Kazdin & Buela -
Casal, 1994). Esto sirve también para pautar las reglas de convivencia
dentro del salón de clases. Las reglas deben ser respetadas o en caso contrario
se quitaría una ficha.
·
Enseñar a los alumnos habilidades de intercambio
social
-
Básicas: sonreír, contacto visual, postura corporal
y lenguaje gestual.
-
Avanzadas: inicio, mantenimiento y término de
conversaciones.
·
Reconocimiento de emociones positivas y negativas.
·
Solución de problemas: Los alumnos aprenden y
practican habilidades de solución de problemas, ante historias narradas e
historietas: identifican, buscan y seleccionan alternativas de solución y
evaluación de cada una.
- Retroalimentación:
·
Se enseña a los niños las situaciones que realizan
correctamente y se le mencionan aquellos aspectos que podría mejorar.
- La
canalización
·
Es necesario saber cuándo y a dónde canalizar a los
estudiantes que muestran conductas problemáticas persistentes.
·
Una de las recomendaciones más importantes es
llevar una bitácora en la que registren las incidencias de los estudiantes.
·
Mantener una libreta de comunicación con los padres
·
Cuando las conductas aumenten en frecuencia e
intensidad y las medidas del salón no funcionen, y esto pueda poner en riesgo
al alumno mismo o a quienes lo rodean, será necesario canalizar con un
reporte completo, para envío a Centros de Salud Mental.
BIBLIOGRAFÍA
Programa EDUCA. Escuela de
padres para el tratamiento de los trastornos del comportamiento perturbado de
Noviembre de 2011. Miguel Ángel Díaz Sibaja1, María Isabel Comeche
Moreno2 y Marta Isabel Díaz García.
GUIA NICE Para Trastornos
de conducta National Institute for Health and Care Excellence NICE, del Reino
Unido, 2018.
Manual de Salud Mental
Infantil y Adolescente de la IACAPAP Trastorno Externalizante D1-3.
González Fragoso, Claudia;
Ampudia Rueda et. al. Programa de Intervención para el desarrollo de
dabilidades sociales en Niños Institucionalizados, Acta Colombiana de
Psicología, 2012, 152.